Tres nuevos sacerdotes en Maiduguri (Nigeria)
Texto: Xaquín López; fotografía: Sonsoles Meana
Mundo Negro Marzo 2020
“Hay mucha esperanza en las nuevas generaciones de nigerianos y nigerianas”. Estas palabras del P. Salomón, capellán universitario en Maiduguri, publicadas en estas páginas hace unos meses, se ajustan a la perfección a lo vivido en esta ciudad hace unas semanas: la ordenación de tres nuevos sacerdotes que trabajarán pastoralmente en uno de los lugares más peligrosos para ser católico
La iglesia católica de Nigeria es una de las más castigadas del mundo por culpa de los atentados del grupo terrorista yihadista Boko Haram. El catolicismo es una confesión minoritaria en la mitad norte del país más poblado de África. El problema se acentúa en la región noreste, donde la etnia predominante, la Kanuri, es cien por cien musulmana.
En este contexto de acoso y derribo, cualquier nueva adhesión a la comunidad cristiana se celebra como una victoria. Por eso, el 16 de enero pasado, era una fecha señalada en el calendario festivo de la catedral de Maiduguri, la capital del estado de Borno. Tres jóvenes recién salidos del seminario se ordenaban sacerdotes en una solemne ceremonia presidida por el obispo y su cúpula eclesiástica.
Cientos de personas empezaron a llegar Saint Patrick’s a primera hora de la mañana entre fuertes medidas de seguridad. Un búnker de sacos terreros preside la única entrada abierta al recinto. Después de diez años de asedio, los cacheos y controles de seguridad forman parte del protocolo diario.
La catedral de Maiduguri es un enorme y moderno edificio presidido por una torre visible a kilómetros de distancia. Ocupa un terreno equivalente a un campo de fútbol en una zona muy concurrida de la ciudad.
Todos los ingredientes de una celebración católica africana estaban presentes ese día en el tempo. Una banda de música tradicional, con tambores e instrumentos de madera, compartía espacio con una orquesta de estilo occidental, presidida por la batería con teclado y saxofón.
Cada orquesta estaba arropada por un coro, formado en su mayoría por mujeres uniformadas, todas ellas, con el mismo vestido nigeriano de colores rojos y amarillos.
El momento más sublime de la ceremonia se produjo cuando los tres jóvenes acólitos se tumbaron boca abajo ante el altar mientras el obispo de Maiduguri les exigía a viva voz el juramento sacerdotal. “I’ll do” -lo haré- respondian al unísono los tres a cada mandamiento declamado por el obispo.
En ese momento, los feligreses rompieron en aplausos al tiempo que los coros cantaban himnos religiosos en lengua Hausa.”¿Qué podremos hacer por ti, nuestro Señor para compensarte por toda la misericordia que nos has concedido?”
Acto seguido, todos los fieles que abarrotaban el templo, acudieron en procesión festiva, bailando y agitando los brazos, en dirección al altar desde el que los ya ordenados sacerdotes esparcían sus bendiciones.
22 de las 40 parroquias de la diócesis de Maiduguri han sido atacadas o destruídas
“Estos tres nuevos curas vienen avalados con una fe inquebrantable. Y gracias a ello, le van a dar esperanza a sus feligreses. Cuando la gente les vea y detecte su gran coraje, van a contribuir a resolver la crisis en la que está sumida nuestra diócesis“, nos comentaba el obispo de Maiduguri, Oliver Dashe, en su despacho al terminar la ceremonia.
Compromiso frente al terror
La barbarie de Boko Haram contra los católicos comenzó en esta ciudad de Maiduguri en 2010 a los pocos meses de la ejecución de su líder, el imán salafísta, Mohammed Yusuf a manos de la policía nigeriana.
Desde entonces y hasta el año 2016, las únicas estadísticas fiables elaboradas por la diócesis de Maiduguri elevan a cinco mil el número de fieles católicos asesinados. La cifra a fecha de hoy es previsible que se haya duplicado, aunque está pendiente de cuantificar. A ello hay que sumar la destrucción de más de 350 iglesias, algunas de ellas quemadas en más de una ocasión.
Un informe de la diócesis de Maiduguri que incluye los estados de Borno, Yobe, además del norte de Adamawa detalla que 22 de las 40 parroquias han sido atacadas y destruidas por Boko Haram.
“Mi iglesia fue quemada por Boko Haram”. El padre Peter Uchebo cuenta que sufrió el ataque en octubre de 2015 en la aldea de Bahuli, al norte del estado de Adamawa. “Los insurgentes llegaron de noche en motos, gritando cánticos a Alá. Yo escuché las voces desde la rectoral. Un ayudante me dijo: Padre, tenemos que huir porque nos van a matar. Entonces entré en la Iglesia, recogí los Sacramentos, recé y cerré el templo. La gente ya estaba escapando hacia las montañas. Las madres con sus bebés a la espalda y los niños de la mano.
Cuando ya estábamos a salvo, pudimos ver cómo los insurgentes asaltaban la iglesia y le prendían fuego. Tras cuatro horas, regresamos y el templo estaba en cenizas. La gente lloraba y me decía, Padre, nosotros costearemos los trabajos de reconstrucción del templo”.
En la actualidad, el Padre Peter Uchebo está al frente de la iglesia de Saint Mary’s, en Maiduguri, que cuenta también con una escuela con más de 600 alumnos.
El domingo siguiente a la ordenación sacerdotal, el 19 de enero, el padre Clement Yaga ofició su primera misa en la parroquia de Saint Hillary en el barrio de Polo, uno de los más peligrosos de la ciudad de Maiduguri.
Nos recibe en la sacristía mientras un monaguillo le ayuda a vestirse los hábitos. “Me siento como un héroe porque hace nueve años, esto era un sueño para mi, de hecho estoy muy nervioso y feliz de poder oficiar mi primera misa. Boko Haram no ha sido capaz de destruir nuestra fe ni tampoco nuestra felicidad”
“Boko Haram no ha sido capaz de destruir nuestra fe, ni tampoco nuestra felicidad”
Los otros dos nuevos sacerdotes, Fidelis Mburema y Moses Zawa han sido destinados a parroquias del interior del estado de Borno. Su misión es mucho más arriesgada porque la nueva estrategia de Boko Haram consiste en bloquear las carreteras y asaltar las furgonetas y coches que circulan por ellas.
Acto seguido secuestran a los cristianos mientras que a los viajeros musulmanes les permiten seguir su viaje. En el peor de los casos, los rehenes son ejecutados después de un largo y penoso cautiverio. Es lo que les ocurrió a once cristianos asesinados el pasado mes de diciembre.
Después de diez años, la ciudad de Maiduguri sigue asediada por los insurgentes de Boko Haram, aunque ha recuperado una aparente y frágil normalidad.
Aquellas personas que tienen que desplazarse por el estado siguen acudiendo a diario a la estación de autobuses para coger una furgoneta de la compañía local, Borno Express. “No nos vamos a esconder”, nos comentaba un religioso en la comida improvisada en el patio de la catedral tras la ordenación de los nuevos sacerdotes.
Muchos de los allí reunidos se mostraban preocupados por el destino de los nuevos curas, porque todos son conscientes del peligro y la única duda es si habían asistido a la ordenación de unos héroes o de unos mártires.
Maiduguri, Nigeria a 20 de enero de 2020