El hambre aboca al tráfico de niños en Benín
Publicado en El País, 21 de septiembre de 2008
Texto: Maruxa Ruíz del Árbol
Fotografías: Xaquín López
Xaquin López se calzó el año pasado unas sandalias, una blusa estampada y una dosis de moral para subirse a un autobús con tres niños recién comprados. Tres menores a 50 euros, poco más de 16,50 cada vida, cada infancia. Iban desde Benín hacia las plantaciones de cacao de costa de Marfil. López, reportero de Televisión Española, viajaba en aquel autobús para documentar el tráfico de menores en el Golfo de Guinea. Los chicos, de 10, 12 y 16 años, a recolectan haba de cacao.
Acababan de ser comprados a sus padres por un traficante de niños y al final del viaje serían revendidos a los capataces de la plantación. “Su destino no parecía darles miedo. Más bien mostraban resignación ante una miseria que es lo único que han visto en su vida” afirma López. La poligamia está en la raíz de problema.
Ahora este periodista ha escrito un libro basado en aquel viaje: Las fronteras se cruzan de noche (editorial Foca). El núcleo del tráfico se desarrolla en Benín. Es un foco de explotación infantil. “Es un negocio entre benineses y para benineses”. Una práctica tan instaurada en la zona que muchos de los niños, cuando vuelven, lo hacen convertidos en traficantes. “Conocen cómo funciona el fenómeno en Costa de Marfil y a los capataces. Tienen sus contactos y los utilizan para venderles nuevos niños”, afirma López.
Castigos físicos
Pero Costa de Marfil no es el único destino. Se podría decir que los niños que van hacia el oeste de Benín son más afortunados que los que se desplazan al oeste del país. “Las canteras de arena de Nigeria son lugares de trabajo durísimos”. Allí se practica un esclavismo infantil salvaje, con castigos físicos.
Según cuenta López, el perfil del traficante es una persona de la aldea y que la familia conoce. “Lo que realmente hacen es poner a ese niño en manos del traficante y él se responsabiliza del niño de alguna manera”. Así, supuestamente no puede llevar al niño a costa de Marfil o a Nigeria y obligarlo a mendigar o castigarlo con golpes. “Como el traficante vuelve constantemente al poblado por más niños los padres le controlan, preguntan cómo está su hijo y si volverá con dinero”.
* Este artículo apareció en la edición impresa del domingo, 21 de septiembre de 2008.
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