Desaparición de la Lengua de la Barbarie en Saint-Louis (Senegal)
La desaparición del Parque Nacional de la Lengua de la Barbarie, en Saint-Louis (Senegal), tiene fecha en el calendario. Se desconoce el día exacto, no hay ni tan siquiera una previsión a corto plazo, pero el tic tac de las olas del Atlántico ha dictado su pena capital
Texto: Xaquín López. Fotografía: Sonsoles Meana
MUNDO NEGRO MARZO 2013
Lo saben los pescadores de Saint-Louis, que desde hace meses pierden el control de las piraguas al cruzar la desembocadura del río Senegal para ganar el Océano Atlántico; lo saben los lugareños del poblado de Gandiol, en el Parque, o las mujeres del barrio pesquero de Guet N’dar, que cada tarde ven a sus maridos navegar a bordo de los cayucos rumbo a la mar; lo saben incluso algunos de los miles de turistas, aquellos que están más conciencias con la naturaleza, que cada año visitan Saint-Louis, la primera ciudad fundada por los franceses en África Occidental en el siglo XVI (El primer navegante en descubrir esta costa fue el español Lansarote, en 1445, en una expedición bajo el patrocinio de la Corona de Portugal.
Pero quien mejor lo sabe es el faro erguido en la orilla derecha del río frente a la Lengua y que día a día ve como le queda menos territorio que vigilar. Lo teme, en fin, el propietario del primer campamento turístico abierto en la Lengua de la Barbarie. Ocean&Savane que ya ha encontrado otro emplazamiento ‘más seguro’ para el complejo. Sabe que en cuestión de meses las aguas del Atlántico socavarán el terreno arenoso sobre el que se levantan las ‘haimas’ y ‘palafitos’ del idílico enclave, pionero en la explotación turística de la zona.
Espectáculo inquietante
El espectáculo que ofrece el Parque Nacional al visitante es cuando menos inquietante: árboles enterrados en el agua, pero todavía erguidos en mitad del océano; troncos ennegrecidos que ceden ante la persistente fuera de las olas; parece una playa al día siguiente del paso de un ciclón.
La catástrofe estaba anunciada desde que, a principios de siglo, las lluvias torrenciales pusieron en jaque a Saint-Louis. Hay una fecha que todos recuerdan en la isla: el 3 de octubre de 2003 mis barrios bajos se inundaron. La preocupación del gobierno senegalés por salvaguardar la joya colonial trajo consigo la condena de otra joya, que no por ser medioambiental tiene menos valor: la Lengua de la Barbarie, el último bastión del Sahel frente a la amenaza de las violentas olas atlánticas.
Todo empezó aquel octubre cuando las autoridades senegalesas recurrieron al Ejercito para abrir una canal artificial de cuatro metros en apunta de Chameaux, a tan sólo dos kilómetros al sur de la isla y atravesando la lengua de arena. La intención era facilitar a las aguas del río Senegal una salida más franca al Océano Atlántico, recuperando una antiguo proyecto del año 1905, que se desestimó por los riesgos de erosión sobre la Lengua, después de un debate que duró una década.
Las riadas del Senegal en su desembocadura suponían una amenaza demasiado seria en los primeros inviernos de la década pasada. Las temidas consecuencias, que pocos habían previsto, se empezaron a notar hace unos años: los ingenieros no habían estabilizado el canal y lo que empezó siendo una brecha de unos metros se ha convertido, en una década, en una zanja de aproximadamente más de un kilómetro de ancho.
Las olas del Atlántico socaban la franja arenosa día a día y en cuestión de unos años, el conjunto de la Lengua desaparecerá erosionada por el océano. Una franja de terreno arenoso donde predomina la vegetación agreste de la sabana a lo largo de sus 30 kilómetros de longitud por 150 metros en la zona más estrecha, hasta los 400 en la más ancha. Bien se puede decir que el Atlántico libra un combate contra el río Senegal, pero la Lengua de la Barbarie claramente saldrá derrotada. El grande se come al chico….
El faro de Saint-Louis contempla impertérrito el desigual combate de las bravas olas del Atlántico batiendo contra la muralla de arena fina de la Lengua
Peligro para los pescadores
Un estudio científico realizado por la Universidad de Saint-Louis hace tres años para valorar el impacto que ha tenido el canal artificial sobre el DounBaba Diéye (Doun significa ‘isla’ en lengua wolof) es demoledor: en el periodo 2003-2009 la Lengua ha perdido el 70 por ciento de su superficie, pasando de las 232,5 hectáreas a 70 en los primeros seis años de apertura del canal (L’historie morphodynamique de Doun Baba Diéye du Sénégal, por Boubou Aldiouma, Universidad Gaston Berger-Saint-Louis, Senegal, enero de 2010)
No estamos únicamente ante una grave catástrofe ecológica sino también ante una amenaza real contra los miles de pescadores que surcan el océano en su coloreadas piraguas. El pasado 8 de enero un cayuco con tres pescadores a bordo volcó al intentar cruzar la barra del río y alcanzar el Atlántico. El patrón no fue capaz de gobernar el cayuco sometido a las fuertes corrientes marinas, ahora más peligrosas por el avance del mar sobre la tierra. Dos de los tripulantes perecieron en el naufragio.
El Senegal, con 1700 kilómetros de longitud, es uno de los ‘grandes ríos africanos’. Acaricia el Sahel a lo largo de los cientos de kilómetros que forman la frontera natural con Mauritania y viene a abrazar la decadente isla de Saint-Louis antes del rendirse al océano. Unos ochenta kilómetros al norte de su desembocadura forma los manglares del Djoudj, una de las reservas ornitológicas más importantes del mundo. Es aquí donde retoman fuerzas unas 350 especies de aves migratorias, especialmente pelícanos, cormoranes, flamencos rosas y águilas pescadoras.
Sus dieciséis hectáreas de extensión no están amenazadas por el canal abierto en la desembocadura del río, pero la salinización del subsuelo en los aledaños del Parque es irreversible. Los agricultores están abandonando los tradicionales arrozales y buscando nuevos cultivos para sus tierras baldías porque el avance del océano, sin la barrera de la Lengua, parece imparable.
Preocupación turística
El gerente del campamento Oceán&Savane, un empresario francés que es propietario también del mítico hotel Residence en Saint-Louis, donde se hospedaba Saint-Exupéry, ya ha negociado con el propietario del otro campamento de la Lengua para traspasarle la cartera de clientes.
El propietario del campamento Le Phare, Jay Hernández, un empresario español afincado en Senegal desde hace cinco años y antes con hoteles en Marruecos, se ha salvado de momento del hundimiento de la Lengua porque su complejo está unos 200 metros al sur de la punta norte por donde ha comenzado la erosión.
Es tal la preocupación en el campamento Océan&Savaneque un guarda vigila de noche, acompañado de una cabra, la subida del océano. En caso de que se duerma, siempre estará la cabra para dar el toque de alarma.
Mientras tanto, el faro de Saint-Louis contempla impertérrito el desigual combate de las bravas olas del Atlántico batiendo contra la muralla de arena fina de la Lengua. En cada envite, la tierra sale perdiendo y el uso de su residuos se acumula en la orilla derecha del río.
Caminar ahora mismo por esa zona significa enterrarse los pies hasta los tobillos sobre un manto de barro movedizo. Son los sedimentos que el Atlántico arranca a la tierra firme de la Barbarie y arroja con desplante sobre el lecho del Senegal, una extraña y macabra venganza contra el hombre que un día osó hendir el mar para salvar una ciudad y a cambio entregó su alma salvaje.